Ya valimos madre.
La semana pasada me llegaron los recordatorios para actualizar los pagos del blog —porque, sí, mijos, tener esta página sale de mi bolsillo—. No tengo un pedo con pagar, pero me sorprendió que ya pasó casi un año casi un año desde que empecé.
Inevitablemente me cuestioné bastante. ¿Qué he logrado como escritor? ¿Cuál pinche nombre me he armado? ¿Quién es Vago Flores…? La semana pasada ni siquiera publiqué. Llevo con este proyecto, con este sueño de poner mi firma y mis letras en alto, casi cincuenta y dos semanas, en un año que, no nos hagamos pendejos, ha sido un asco en demasiados sentidos. Me han leído crecer, partirme la madre, llorar; se han enterado de cómo empecé a ser profesor, de mis divagaciones de media noche… Les he abierto las puertas de mi cuarto para que se acurruquen junto a mí en la cama. Y, aún así, la semana pasada no publiqué…
Quizá algunos se dieron cuenta por IG, pero justo estuve a media mudanza. Mis alumnos estaban en época de parciales; nunca había revisado tantos trabajos en tan poco tiempo. Porque sí, últimamente reviso, corrijo y aconsejo más de lo que escribo…
Pero, ¿qué crees? Esto lo escribo con una pinche sonrisa de quinceañero enamorado. Me siento conforme con lo que he logrado; mucho o poco, lo que sea que pienses, no te concierne a ti definirlo. Ese es pedo mío, así que te lo grito:
HE LOGRADO UN CHINGO.
Hace un año no podía imaginar que cabrones de Venezuela me mandarían sus textos por mi opinión, que dalias españolas me agradecerían por mis cuentos, que mis alumnos me leyeran ¿orgullosos?, que tuvieran las herramientas para criticarme, los muy chingones. Hace un año, no me imaginaba estar escribiendo esto, trabajando en mi antología de cuentos macabros, en un PROYECTO NARRATIVO CHONCHO, en escribir guiones y poder afirmar —sin duda alguna—: soy escritor.
Aunque breve, esta publicación es para asegurarte que ya valimos madre: contraté de nuevo todos los servicios para mantener abierto este blog profesional. Tendrás que aguantar al menos otro año de mis dívagues, mis pendejadas, mis quejas, pero, sobre todo, mi agradecimiento, los cambios que se vienen, la chinga que me partiré, las sorpresas. Pero también, ya lo sabes, mi deseo de que tengas…
Sueños perversos.
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