Ya casi acaba el año y me acaba de llegar una oportunidad PO CA MA DRE. Oportunidad que, si tú también eres escritor o aspirante de, también te ha de interesar. Justo por eso estoy escribiendo esto, para ponernos de acuerdo. Pero, bueno, dejo de hacerle a la mamada suspensiva y te cuento:
Quizá también estás haciendo tu lucha en redes sociales para darte a conocer, te inscribes a tanto certámenes y concursos como te es posible. Por lo mismo, mi correo de escritor se plaga de invitaciones; últimamente me han llegado unas muy particulares:
¡QUEDA ABIERTA LA CONVOCATORIA PARA PARTICIPAR EN…!
Si quieres formar parte de X y ser un@ de los primer@s elegid@s para la próxima edición, lo primero que debes hacer una vez recibido este correo es tener los siguientes requisitos:
Y, total, se avientan una lista de requisitos básicos: ser mayor de edad, no importa el país de residencia, blas y más pinches blas. Lo normal. Hasta que llegas a una parte muy particular:
Si resultas seleccionad@ el equipo se pondrá en contacto contigo para enviarte formulario de inscripción en cuestión de días tras la selección y la cuota de inscripción:
135.00E [CUOTA ÚNICA para tod@s los participantes]…
Léete esa mamada.
No sé de qué país me leas. Aquí en México, eso son más de tres mil varos —o pa’ que tengas la referencia, un poco más de ciento cincuenta dólares gringos—. Ahora, que alguien me explique como por qué chingados, si te invitan a una convocatoria, te cobrarían al “ganar”. Mi pedo no son los tres mil pesos; estoy en una posición poca madre en la que podría pagarlos si le chingo un poco más algunas semanas, tengo ese privilegio. No, mi pedo es que, básicamente, lo que pide esta “editorial”, al igual que un chingo más, es: “Págame por publicarte”. No tengo mayor pedo con el servicio de publicación. ¡Va! Si como artista, creador, escritor… ¡lo que sea! Te quieres saltar los pasos de selección de una editorial porque tú crees en ti, ¡chingón! Carajo, yo estoy trabajando publicación independiente.
Con lo que sí tengo pedo es que busques escritores jóvenes, inexpertos y con hambre de publicar, los ilusiones de que “ganaron” una convocatoria, para después cobrarles una lana que, siendo honestos, pa’ muchos escritores jóvenes, inexpertos y con hambre publicar, sí es un chingo. Pero no perderé más palabras en culeros como ellos.
Con quien no pierdo ni mi tiempo ni mi entusiasmo es contigo. Quizá si estás aquí, leyéndome, es porque te guste escribir también ¡o tengas cualquier otro oficio!, y que estés empezando —excepto tú, señor Stephen King, que sé que me lees religiosamente, claro—. Si es así, déjame decirte que no caigas en esas pendejadas. En mi experiencia hay varios métodos para publicar:
1. Tener una palanca chigona en alguna editorial. En cuyo caso, ¡date! Qué chingón.
2. Abrirte camino poco a poco a través de certámenes y premios. Manda tu trabajo a tanto lugar puedas, cede derechos —nunca vitalicios, cuidado con eso—, y ármate un portafolio de premios, hasta que una editorial te vea y, bueno, lee el primer punto.
3. [Como yo] Publicación independiente. Es decir, te agarras los güevos y asumes los gastos de la publicación; ya sea desde cero y utilizas servicios como KDP o que te acerques a una editorial y lo haga por ti. Aquí en México, la última vez que coticé este servicio, el chingazo salía como en $40,000 por mil ejemplares.
“Pero, Vago, ¿que no es lo mismo que te dicen en las convocatorias a las que le mentas la madre?” No. Yo me estoy echando el peso de pagar por todo —escribir, difusión, edición, diseño… TODO—, pero también yo me quedo con todos los derechos y las ganancias. Esa es una gran diferencia.
Me parece sólo lógico que si tú te chingas solo, tú coseches solo.
De nuevo, no tengo nada en contra de la publicación tradicional, que firmes contratos de cesión de derechos, ni que vendas tu derecho patrimonial a cambio de regalías. Por algo es “tradicional” —independientemente de mis pedos ideológicos contra esa industria—, porque es lo más justo para ambas partes, porque es un negocio, y, en todo negocio, deben de ganar ambas partes. Si no, bueno, es una estafa; cuando menos una estafa moral.
Como ellos, me he topado un chingo de cabrones, de inversionistas, de empresas, de tótems… Estafadores de emociones que te llenan el ojo y el corazón, que te bajan el cielo, la luna y la chingada con tal de ensartarte. No sólo en la industria; en la vida. Entonces, debes aferrarte a los güevitos, mirar hacia adentro y descifrar cuánto vale tu trabajo, cuánto vales tú. Culeros siempre habrá.
Entonces, sí, ya casi acaba el año. Nunca es tarde pa’ mandar a chingar a su madre a estafadores emocionales ni pa’prender que tu trabajo vale, pero que sólo tú manejas ese valor. Entonces, pongámonos de acuerdo: ¿cuánto vales? ¿Yo? Un chingo.
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