El silencio escapa a través de las ventanas del carro mientras avanzamos por la carretera. Sólo vamos nosotros dos, pues me pidió que lo acompañara a revisar un trabajo en otra ciudad. Tengo doce o trece años, es la primera vez que viajamos solos tanto tiempo y no sé qué esperar.
¿A qué te quieres dedicar?, su pregunta es seria y genuina. Lo miro desde el asiento, sudan mis manos.
Llevo tiempo preparándome para ese momento, pero a esa edad no importan las conversaciones mentales. No estás preparado para prevenir la reacción de otra persona, menos de tu padre. ¿Qué padre quiere escuchar que su hijo va a escritor? Pocos, me imagino.
Escritor..., le confieso aterrado.
Su mirada se mantiene fija en el camino, en silencio. Sostiene el volante y, sonriendo, me pregunta cómo me puede ayudar.
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